NIÑOS DE ETIOPIA

NIÑOS DE ETIOPÍA

Niños de Etiopía, niños del hambre,
me duelen vuestros cuerpos destrozados,
desnutridos, de vientres hinchados,
como me duele al veros, mi aliento.
Me duele el alma al ver
vuestros desorbitados ojos
sin vida, sin luz, sin alegría.

Os siento en mis brazos
como en brazos de vuestras madres,
madres acabadas, aferradas
a vuestros últimos hálitos de vida,
madres también desahuciadas,
con cuerpos enfermos,
pero con almas grandes,
como grandes son sus esperanzas.

No renunciaré ya jamás a vuestras imágenes,
no apartaré mi vista de vosotros,
niños del hambre,
os llevaré a mis espaldas,
os llevaré en mi pecho,
niños del hambre.

Gritaré por doquier a este mundo cruel,
inhumano, insensible, mal repartido,
que os ve morir día tras día
sin hacer nada, sin levantar una mano
para ayudaros, a este mundo
que le sobra de todo,
que tira a manos llenas,
que no le importa nada vuestro dolor.

¡Dios mío! : ¿cuándo se ablandará
el corazón de los hombres?
¿Por qué esperamos, Dios mío,
que todo lo hagas tú por tu mano?

¡Señor!, Señor del Amor, baja
en forma de Dios justiciero y terrible,
destrúyenos a todos, que no merecemos
ser tus hijos, que no somos dignos de ti,
que no somos buenos hermanos,
ni buenos padres, cuando admitimos
tanto dolor en nuestro derrededor.

Me doléis, niños del hambre,
niños de la agonía, niños de la pena
¡del alma mía!


Fátima Correia